* Publicado en el Diario de Cádiz el 15/09/2013
El silencio vuelve a campar a sus anchas por los recovecos de la Plaza Real. La piedra de los tendidos y la madera de los graderíos añoran el calor de las posaderas de aficionados, curiosos y turistas. Atrás quedan, para el recuerdo o el olvido, los oles, pitos, palmas y ovaciones de la temperada taurina 2013.
Pero allí sigue él. Solo, callado, inmóvil. Estacionado en uno de los pasillos de accesoa los tendidos, hoy vacíos pero hace apenas un mes transitados por la multitud, descansa el viejo carretón. Madera, metal y cartón con vocación de toro bravo que espera que alguien lo empuje al centro del ruedo. Entonces, sin hacer sangre, volverá a trazar embestidas de ensueño que descubran los secretos de la tauromaquia a los jóvenes alumnos de la Escuela Taurina “La Gallosina”.
Patas que son rueda. Hierro en lugar de huesos y músculo. Cabeza de cartón. Pitones sin muerte. Y en lo alto, un madero lleno de rasguños y arañazos; rústica diana sobre la que ensayar la ejecución de la suerte suprema. Simulacro de res, esqueleto maestro.